Un hortelano tenía un gran
perro para guardar sus cultivos. El perro era tan bravo que jamás ladrón
alguno se atrevió a escalar el cerco de sus sembradíos.
El amo, cuidados de su
perro guardián, lo alimentaba lo mejor que podía y el animal, para
demostrar su gratitud, redoblaba el cuidado de sus campos.
Cierto día, el buey del
establo quiso tomar un bocado de alfalfa que su amo le guardaba; pero el
perro, furioso y mostrando sus dientes, trató de ahuyentarlo.
El buey, reprochando la censurable conducta, le dijo:
- Eres un tonto, perro
envidioso, porque no comes ni dejas comer. Si el amo destina a cada cual
lo que le aprovecha y la alfalfa no es tu alimento, no te asiste razón
alguna para inmiscuirte en negocio ajeno.
MORALEJA: Agua que no has de beber, amigo, déjala correr.

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